Esta frase, referida a los avances de la ciencia y atribuida a Newton (documentada en realidad cinco siglos antes por Juan de Salisbury) la conocí gracias a Umberto Eco y recientemente el libro de Stephen Hawking me la ha hecho recordar. Aplicable a muchas disciplinas, la tomo prestada para titular esta historia.
Mi primer acercamiento a los vinos hechos con uvas botritizadas fue con las reputadas uvas Semillon de Sauternes, en un lanzamiento de la nueva añada de la apelación. Una orgía de sabores y texturas dulces. Posteriormente fue el turno del delicado equilibrio de dulzor y acidez de los grandes Rieslings BA y TBA, diría que más de mi gusto, pero realmente el vino que me voló la cabeza fue el Tokaji. Sin duda contribuyó a construir esta percepción el haber viajado a Tokaj por algunos años con el productor y amigo Gregorio de Tarczal, compartiendo en su esfuerzo por producir Tokaji en las antiguas viñas de su familia perdidas en la revolución y devueltas por el gobierno húngaro a mediados de los 2000. Una cultura tan lejana y poco conocida, una lengua única distinta a todas, en una zona limítrofe con Ucrania y Eslovaquia, con sus casas excavadas como cuevas en la roca de Tufo, las barricas hechas por antiguos toneleros italianos inmigrados, sus dos ríos (Tiza y Bodrog) que confluyen con distintas temperaturas contribuyendo a formar la neblina que pudrirá las uvas de Furmint y Harslevelü, el sistema de medir el grado de dulzor en puttonyos, es decir los capachos de madera que son llenados con 25 kg de uvas botritizadas (Aszú), son sin duda toda una experiencia.
Y cuando creía, ilusamente, que conocía o había probado “casi todo”, ¡aparece en la mesa de mi matrimonio civil el primer Golden Harvest de Morandé! Sutil detalle de un gigante gentil. Cosecha 2000, de Casablanca, nos recuerda que existen infinitas posibilidades también en Chile de producir un vino 100% usando uvas botritizadas, desgranadas a mano que reflejan como ninguno las neblinas matinales del océano pacifico, y la cultura joven de nuestro país y su gente.
Con todo, sus diferencias y virtudes encontrar reminiscencias de estos vinos históricos en nuestro Golden Harvest fue un hermoso descubrimiento. El Sauvignon blanc más aromático pero también más delicado, se beneficia notablemente del proceso de pudrición noble, haciéndolo más complejo, y ganando tanto en dulzor como en acidez. Comparten el carácter a miel, frutos secos, damascos maduros, nueces y una leve nota a cera…
Vino soñado y hecho realidad cuando las condiciones son óptimas, como en 2000 y 2007. Me subo sobre esos hombros en 2013 para participar de esta alquimia, llevado por la pasión de hacer un vino de esta clase.
Ricardo Baettig
Enólogo Viña Morandé